¿O ya lo estaba? ¿No eran políticos los temas de otras ponencias?
Los antiguos griegos llamaban idiótes a quien no se metía en política, al que pasaba de los asuntos de la comunidad y sólo atendía a los suyos propios (idíos significa «propio, privado»), a sus pequeñeces. De esa palabra viene nuestro «idiota». Decía Fernando Savater que la gran obra de arte de los griegos había sido la democracia, un sistema antinatural donde el poder no era cosa de los más fuertes sino que era cosa de todos, lo cual garantizaba, por un lado, conflictos e inquietudes constantes, y por otro, el ejercicio de la libertad para hablar, votar, acertar, equivocarse, protestar, elegir, expulsar, engañar, discutir, vociferar, malmeter, con la responsabilidad que deriva de él.
El jueves pasado dos de nuestros alumnos, Javier Blasco y Daniel Ereza, usaron la tribuna de oradores para hablar del programa de Ciudadanos. Contaron con un nutrido público atraído por las ideas que pudieran transmitir y por la novedad de hablar de un partido concreto. Nuestros oradores expusieron aspectos fundamentales del programa electoral de ese partido como la educación o las medidas contra la discriminación de las mujeres en el mundo laboral. Al final ofrecieron el micrófono a quien quisiera preguntarles: una compañera cuestionó el uso de un centro público para hacer propaganda política, lo que provocó aplausos. Javier respondió que solo habían ejercido la libertad de expresión hablando ante sus compañeros de lo que les parecía oportuno, sin faltar el respeto a nadie, que es el sentido del Juespeech; además recordó que no eran los primeros en hablar de políltica porque ya ha habido en el centro carteles con mensajes políticos. La polémica quedó servida.
Seguro que el debate que empezó el jueves aún no ha terminado; afortunadamente, porque eso demuestra compromiso e interés por las relaciones humanas, por lo público, por el centro, por la comunidad. No somos idiotas.