Historia

Los institutos de segunda enseñanza –hoy de de educación secundaria- fueron creados en 1845, uno en cada una de las capitales de provincia del país. El estado asumía la educación pública de este tramo educativo, impartido en los centros de las órdenes religiosas. De esta fecha arranca el origen de nuestro Instituto, que durante un largo período protagonizará la enseñanza pública en Zaragoza para una minoría de la población. Solo los hijos de las clases acomodadas, o de la incipiente clase media seguían estas enseñanzas. Las mujeres no pudieron acceder a los institutos hasta 1910. Los hijos de la clase trabajadora, en el mejor de los casos, tenía acceso a la educación primaria durante un corto período. A comienzos del siglo XX la tasa de analfabetismo rondaba el 40%.

La situación empezó a cambiar con el advenimiento de la II República. La Constitución de 1931 en su artículo 26 prohibía expresamente el ejercicio de la educación a las órdenes religiosas, por lo que éstas tuvieron que cerrar sus centros de enseñanza y paralelamente el Estado tuvo que crear otros. Por su parte el artículo 48 señalaba que “el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada”. Para llevar a cabo estos mandatos constitucionales se ordenó la construcción de miles de escuelas y la creación de nuevos institutos. Dentro de la política educativa emprendida por el ministro Fernando de los Ríos, nombrado en diciembre de 1931 en sustitución de Marcelino Domingo, se inscribe la creación de un segundo instituto en Zaragoza por Decreto de 23 de julio de 1932 (Gaceta de Madrid 5-8-1932). En realidad, el pionero Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Zaragoza se dividió en dos centros educativos, que dan lugar a los actuales Institutos Miguel Servet y Goya. El profesorado y los materiales didácticos pasaron mayoritariamente al segundo, el Servet heredó el edificio y poco más.

El primer curso del nuevo Instituto -todavía sin nombre- se inició a mediados del mes de octubre de 1932 en el viejo edificio de la Universidad en la zaragozana plaza de la Magdalena, compartiendo espacio con las Facultades de Derecho, Filosofía y Letras y la Escuela de Magisterio. Por Orden de 13 de enero de 1933, (Gaceta de Madrid de 22-1-1933), el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, da carácter propio al nuevo Instituto y la denominación “Miguel Servet”, en honor del heterodoxo científico y pensador aragonés, víctima de la intolerancia, que murió por defender sus ideas en la Europa del siglo XVI.

El primer claustro de profesores –jóvenes e ilusionados- estuvo formado los catedráticos, Ángela García de la Puerta de física y química, Pilar Díez Jiménez-Castellanos de lengua y literatura española, Cristóbal Pellegero de geografía e historia, Ramón del Prado de psicología y lógica, y José María Jiménez de matemáticas, y los profesores encargados de curso, José Abellán de historia natural, Miguel Labordeta de latín, Rafael Asensi de dibujo, Ángel Cabetas de agricultura y Antonio Octavio de Toledo de matemáticas. El primer equipo directivo se constituyó por votación del profesorado. Resultó elegido director Cristobal Pellegero, y vicedirectora Pilar Díez Jiménez-Castellanos. También se nombró secretaria a otra mujer, Ángela García de la Puerta, por lo que dos mujeres –las únicas del claustro- están presentes en el primer equipo directivo. La presencia femenina en los equipos directivos será una constante a lo largo de la historia del Instituto hasta el presente. Los tres catedráticos elegidos tenían un currículo brillantísimo. Por lo que los méritos y la competencia profesional parecen ser argumentos sólidos para la elección. Tanto los catedráticos como los profesores encargados de curso eran interinos, con el paso del tiempo unos obtuvieron su plaza en el Instituto, otros fuera de él.

El curso 1932-33 fue, por tanto, el primero del nuevo Instituto. Se imparten enseñanzas según el Plan de 1903. Reciben el título de Bachiller Superior 50 alumnos, de los cuales sólo cuatro son mujeres. Los jóvenes catedráticos, así como el resto del profesorado, asumen el programa educativo de la República basado en los principio de pedagogía activa, racionalización, laicismo y libertad de cátedra, herederos de la tradición renovadora de la Institución Libre de Enseñanza. En el período de centro-derecha, durante el ministerio de Filiberto Villalobos, se aprueba el Plan de 1934 que contempla un bachillerato de siete curso, dividido en dos ciclos, de tres y cuatro años respectivamente.

El nuevo Instituto se asentó en las deterioradísimas instalaciones del viejo instituto de la ciudad, ocupando la parte posterior del edificio de la Universidad señalado. Los recursos didácticos generales, así como los que formaban parte de los gabinetes de física e historia natural, y la mayor parte de la biblioteca, quedaron en poder del Instituto Goya. La provisión de recursos didácticos será uno de los primeros objetivos del equipo directivo. Las quejas por la situación del edificio en el que se ubicó el Instituto fueron constantes desde el principio, y será motivo de continuas peticiones por parte del claustro la realización de obras, llegando a solicitar durante el primer curso “una reforma integral de edificio”, que no se producirá. La media de alumnos por aula era de 64, se disponía de siete aulas de aproximadamente 73 metros cuadrados, más dos salones de actos que se utilizaban también como aulas.

La Guerra Civil truncó los principios con los que fue creado el Instituto: coeducación, laicismo, libertad de cátedra… A cambio se impuso la depuración política del profesorado, el estricto control ideológico y un nuevo bachillerato de siete cursos con el famoso “Examen de Estado”, posteriormente aligerado por la ley de 1953 con dos revalidas y un curso preuniversitario. Desde 1936 el Instituto fue exclusivamente femenino y lo será durante cuarenta y ocho años. La matrícula pública cae de forma drástica, en el curso 1940-41, había 389 alumnas, frente a 1.144 alumnas colegiadas. El régimen franquista daba prioridad a los centros de las congregaciones religiosas en detrimento de los centros públicos. Era la materialización efectiva de la preeminencia en la educación por parte de la Iglesia Católica. El Estado volvía a ser confesional, la Iglesia intervenía en los contenidos de los programas y en el control de los centros públicos. Los Institutos son establecimientos minoritarios frente al monopolio de los colegios religiosos que escolarizan a la mayor parte del alumnado de bachillerato.

Concluida la II Guerra Mundial, y en el delicado contexto de aislamiento internacional en el que se encontraba España, fue nombrado director del Instituto, Francisco Carrillo, catedrático de ciencias físico-naturales –nueva denominación de la asignatura de agricultura-, que tomó posesión en 1945 y permaneció en el cargo hasta 1959, por lo que ha sido hasta la fecha, el director de más larga permanencia en el cargo. Su gestión se centró en la construcción de un nuevo edificio para el Instituto, tarea que se dilató tanto tiempo como su cargo. En el Consejo de Ministros celebrado el 7 de octubre de 1959 se aprueba la construcción del nuevo edificio del Instituto, sobre el espacio que ocupaba el maltrecho jardín botánico de la ciudad. El director Francisco Carrillo logra su objetivo y deja la dirección del Centro. Le sucede en el cargo Francisco Manso.

Tanto las novedades que suponía la aplicación de la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 1953, como los cambios que se produjeron en la administración del Estado, como consecuencia de la llegada al gobierno de los llamados “tecnócratas” en 1957, reportaron modificaciones importantes en el Instituto, que se constatan en la mayor rigidez de la vida académica, en una mayor reglamentación de las funciones, y en un salto cuantitativo relevante en el nivel de trabajo y exigencia a los docentes. La presión de la administración educativa en los centros es evidente. La creación de la Inspección de Bachillerato, fue el elemento clave para ese control. Por su parte el Centro de Orientación Didáctica con sede en Madrid, introdujo las modernas técnicas de la psicología en los centros docentes, y promovió la formación del profesorado.

Al nuevo director Francisco Manso (1959-1968) le correspondió la responsabilidad del traslado y la puesta en marcha del nuevo edificio. En el curso 1964-1965, se estrenó el actual edificio en el paseo de Ruiseñores, proyectado por el arquitecto Regino Borobio, dentro de los cánones de la arquitectura racionalista, aunque con matizaciones de la arquitectura local aragonesa. La adaptación al nuevo edificio se fue haciendo paulatinamente, en principio todo eran ventajas en comparación con el antiguo. Grandes espacios, incremento notable del número de aulas, laboratorios, seminarios y mayor comodidad tanto para el alumnado como para el trabajo del profesorado. Quedaban lagunas importantes por resolver, como el amueblamiento completo del Centro que se irá resolviendo poco a poco, o la realización de los campos de deporte, que no se llevó a cabo hasta diez años después, en 1975.

Durante los años sesenta y setenta la matrícula aumentó de forma muy notable por la explosión demográfica. Se superaron las mil cien alumnas matriculadas, en horario de mañana y tarde, además de crearse varias secciones delegadas y filiales que dependían del Instituto. En 1970 se aprueba la novedosa Ley General de Educación (LGE) del ministro Villar Palasí, que retrasaba a los 14 años la edad de incorporación al bachillerato. A partir de 1978 el Instituto fue democratizándose. Desde el curso 1984-1985 recupera su origen mixto, y deja de ser el instituto femenino de la ciudad. En el curso 1987-1988 se alcanza el récord de 1444 alumnos matriculados. Siendo director José Antonio Vicuña (1989-1991), en 1990 se celebra con gran cantidad de actos culturales y la asistencia del presidente de la comunidad autónoma de Aragón, los 25 años del nuevo edificio del instituto.

A partir de la última década del siglo XX y hasta la actualidad, se suceden hasta cuatro nuevas leyes de educación. La Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) aprobada en 1990, introdujo importantes novedades: cambio la denominación del Instituto, que ahora hacía referencia a la palabra que denomina a la etapa, secundaria, y no a la de bachillerato, y reducía la edad de escolarización de la etapa a partir de los 12 años y prolongaba la escolarización obligatoria hasta los 16 años, así como importantes novedades en contenidos y metodología. A los directores Pedro Pardos y Salvador Santolaria les correspondió implantar el nuevo sistema educativo, no exento de polémica.

En 1999 se produce el traspaso de las competencias de educación al gobierno autónomo de Aragón. El Ministerio de Educación –con diversas denominaciones a lo largo del tiempo-, siempre omnipresente en la dilatada trayectoria del Instituto, dejaba de ser el responsable de su gestión. A partir de ese momento, la Diputación General de Aragón será el nuevo organismo gestor, sin que en lo principal se perciban grandes cambios, más allá de la comodidad que reporta la proximidad de la gestión, o la diferencia del color político respecto al gobierno de la Nación.

El cambio de siglo coincide con el largo período de dirección de Marina Sanz Lázaro (2000-2011), el segundo en duración después del de Francisco Carrillo, y también el segundo en el que una mujer ocupa la más alta responsabilidad del Instituto. Durante su mandato se implantan dos leyes orgánicas de educación, la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE) y la Ley Orgánica de Educación (LOE), y hace frente a la situación transitoria de coexistencia de sistemas educativos diferentes. La aplicación de una vasta normativa y la participación del Centro en múltiples programas educativos, jalonan tan dilatada etapa.

En la primera década del siglo XXI, y coincidiendo con la llegada masiva de inmigrantes a España, se produce el acceso a las aulas del Instituto de un alumnado de culturas, lenguas, costumbres o creencias muy diversas. Con el consiguiente enriquecimiento cultural, pero también con las dificultades propias del desconocimiento de la lengua –en algunos casos- o de los problemas de adaptación. En la segunda década del siglo siguen los retos de una sociedad cambiante y compleja. A la dirección de Mª Mar Ibáñez, le siguió la de otra mujer, Cristina Auría desde 2015, que hace el número 16 en la dirección del Instituto. La implantación de un nuevo sistema educativo, la Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) desde el curso 2015-2016, la ejecución de ambiciosos programas educativos, o el intercambio con 3 centros educativos de Suiza, Francia y Gran Bretaña, centran su gestión.

Ramón Morón Bueno

Profesor jubilado del departamento de Geografía e Historia

I.E.S. MIGUEL SERVET - Paseo Ruiseñores, 49-51 | 50006 Zaragoza

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