Hubo unanimidad, todo el alumnado de la asignatura de Historia del Arte de 2º de bachillerato diurno y una buena parte del nocturno junto a los profes, hemos decidido celebrar el inicio de la primavera en Madrid, de forma lúdica y muy artística. Pura casualidad, primer día de la nueva estación, lunes 20 de marzo, festivo allí, lectivo aquí, es el día que nos asigna el museo del Prado para realizar la visita prevista. Los dioses ha sido propicios: día magnífico, sol espléndido, temperatura perfecta, buen rollo, lástima el conductor del autobús que no estuvo a la altura de las circunstancias…
La visita a la ciudad arranca en la plaza de España, contemplando la Torre de Madrid y el Edificio España, los dos primeros rascacielos que se construyen en la villa. Por la calle Bailén llegamos al Palacio Real, observamos el juego de volúmenes de la arquitectura palaciega barroca. Nos adentramos por las laberínticas calles del Madrid de los Austrias hasta la Plaza Mayor, escenario de autos de fe, ejecuciones, corridas de toros y mil asuntos más. El gentío nos envuelve en la Puerta del Sol, vemos el balcón desde el que se proclamó la II República y el reloj que anuncia el cambio de año. Ya en la Carrera de San Jerónimo, nos detenemos ante el edificio neoclásico del Congreso de los Diputados, sentenciamos; exáctilo y corintio ¡vale! Los relieves del tímpano y los fieros leones son obra del escultor zaragozano Ponciano Ponzano ¡vaya nombre! Al lado está el Palacio de Villahermosa, sede del Museo Thyssen-Bornemisza, vemos las zonas libres de pago. Enfrente, el edificio del Museo del Prado construido en el siglo XVIII por Juan de Villanueva, ver su colección es el principal objetivo del viaje.
Empezamos con “El Descendimiento” de Roger Van der Weyden ¡deslumbrante! Luego Goya, nos centramos en las obras que entran en selectividad, “Los fusilamientos del 3 de mayo”, “La familia de Carlos IV”, las pinturas negras y algunos grabados de la serie de “Los desastres de la guerra”. Rubens, Tiziano, la escuela veneciana… aterrizamos en las grandes salas dedicadas a Velázquez. Admiramos “Las Meninas” prácticamente solos ¡un milagro!, perspectiva aérea, pincelada suelta, todo parece prodigioso. “La fragua de Vulcano”, “Las Hilanderas”, los retratos… Los otros pintores barrocos estudiados también están, Ribera y Murillo. Retrocediendo en el tiempo, nos desconcierta la forma de pintar de El Greco, posturas imposibles, manos, cabezas, cuerpos alargadísimos, un anuncio de la modernidad. Y terminamos el festín con El Bosco, “El Jardín de las Delicias” es una pintura delirante, pura imaginación de una mente de hace 500 años.
Con buen sabor de boca pero hambrientos, son más de las tres y media de la tarde, nos vamos a comer al parque del Retiro. Disfrutamos de la tarde y de un rato de tiempo libre que aprovechamos para pasear y ver más cosas, el Palacio de Cristal del Retiro o la Puerta de Alcalá. El autobús nos espera, salimos puntuales, mientras, poco a poco la noche va ganado terreno. Cansados pero contentos, con la sensación de haber visto muchas cosas, regresamos a casa.
LOS ALUMNOS Y PROFESORES DE HISTORIA DEL ARTE
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