El pasado jueves Andrea Martínez tomó el micrófono para hablarnos sobre drogas, legales e ilegales, duras y blandas, esas sustancias, que descubrimos en la adolescencia y que despiertan curiosidad e interés. Andrea reconoce que su discurso no es original pero sí oportuno porque nunca sobra recordar datos y reflexionar sobre el asunto.
Contó que casi una cuarta parte de la población adulta fuma, y que 2 de cada 3 han empezado a fumar antes de los 16 años. Empezar a fumar en esa etapa de la vida responde con frecuencia a los rituales de integración en el grupo.
Que el alcohol, la otra droga legal, forma parte también de la vida social de muchos jóvenes, que beben de forma habitual cuando salen con sus amigos, o que beben de forma descontrolada, con consecuencias muy lamentables para ellos y para su entorno.
Que la marihuana y sus derivados están presentes en la vida de nuestros chicos; que acceden a los porros, igual que al tabaco o al alcohol, a través del grupo. Que junto a los efectos que atraen, el relax, la risa o la desinhibición, hay otros peligrosos como la pérdida de reflejos y de memoria, y, a más largo plazo, problemas mentales o de esterilidad.
Que aunque la marihuana es una droga blanda, por oposición a cocaína, cristal o heroína, es ilegal su posesión, y por eso la tenencia y el tráfico se castigan con multas que van desde los seiscientos euros en adelante.
Que las propiedades de la marihuana la han hecho útil en algunos tratamientos médicos como el cáncer, el párkinson o inapetencias extremas pero siempre bajo un estricto control de los expertos.
Andrea dio mucha información pero no opinó. Eso nos toca a nosotros. Gracias, Andrea.
