El poeta Ovidio relata en su poema épico Metamorfosis el mito de Níobe, una mujer que ofendió gravemente a la diosa Leto, madre de Apolo y Ártemis, y por ello fue cruelmente castigada. La señora, que tenía catorce hijos, siete varones y siete mujeres, se vanagloriaba de su fertilidad y pregonaba a los cuatro vientos que ella era mucho mejor que la diosa Leto, quien solo había concebido dos hijos. Apolo castigó sus insultos matando con sus flechas uno por uno a los hijos varones, y Ártemis hizo lo mismo con las chicas. El marido, al verse privado de hijos, se suicidó. Entonces ella, desolada y sola, «huérfana de hijos y marido», se sentó entre los cadáveres de sus seres queridos y se fue volviendo rígida por el dolor; se endureció hasta convertirse en una roca de mármol, que sigue derramando sus lágrimas por una grieta.
Ovidio viste el mito de poesía…
NÍOBE
Huérfana de prole se sentó entre sus hijos, hijas y marido sin vida, y por sus desgracias se endureció: la brisa no mueve sus cabellos; en su rostro el color queda sin sangre; sus ojos se quedan inmóviles en las mejillas afligidas; nada hay vivo en su figura. Hasta la lengua se le hiela pegada al duro paladar, y las venas dejan de poder moverse. Ni se puede doblar el cuello, ni los brazos hacer movimientos, ni el pie caminar; también las vísceras por dentro se vuelven piedra.
Llora sin embargo, y rodeada por una espiral de fuerte viento, fue arrebatada y llevada a su patria. Allí, fija en la cima de un monte, se derrama, y todavía ahora los mármoles derraman lágrimas.
(Ovidio, Metamorfosis, VI)