«Se echa a andar al punto la Fama por las ciudades libias, la Fama: más rápido que ella no hay mal alguno; en sus movimientos se refuerza y gana vigor según avanza, pequeña de miedo al principio, al punto se lanza al aire y camina por el suelo y oculta su cabeza entre las nubes.» (Virgilio. Eneida, IV, 173 y ss.)
Extemplo Libyae magnas it Fama per urbes, Fama, malum qua non aliud velocius ullum: mobilitate viget virisque adquirit eundo, parva metu primo, mox sese attollit in auras ingrediturque solo et caput inter nubila condit.
Texto seleccionado por Manuela Berdún Gistaín.
(2º Bach. Humanidades)
El poeta romano Virgilio en su obra maestra La Eneida fue el primero que se atrevió a dar forma a la Fama como un mal veloz y peligroso a medida que avanza. Tras el encuentro erótico de Dido y el héroe troyano Eneas en una cueva donde ambos se refugiaron de una tormenta, provocada por Juno y Venus, aparece la Fama, es decir, los rumores, la voz pública, que extiende lo sucedido por todo el reino. Para resaltar su poder, Virgilio personifica esta figura y la describe como un monstruo horrendo, lleno de plumas, múltiples ojos, lenguas, bocas y orejas, y resalta su actividad insomne y persistente. En la historia de Dido y Eneas, la Fama es «mensajera tan firme de lo falso y lo malo cuanto de la verdad».