Según Hesíodo y Eurípides, para los griegos existe un tiempo cualitativo, Kairós, y un tiempo cuantitativo, Cronos. Kairós es el dios del clima y de las estaciones. Se le representa calvo, con un largo mechón en la parte delantera de la cabeza y con alas, llevando una balanza sin desequilibrada en la mano izquierda. Para los sofistas simboliza el momento adecuado para hacer algo.
Kairós pasa volando y hay que asir un pelo de su mechón, para atrapar el momento. Siempre se puede, con paciencia, contar el tiempo y que sea Cronos el que capture el tiempo.
En Roma la Ocasión era diosa, también representada sin pelo, excepto por encima de la frente. Así se simbolizaba la dificultad de no perder la oportunidad de algo cuando se presenta de frente. También se alude a la diosa Ocasión en la locución adverbial «por los pelos», que se aplica para indicar el escaso margen existente a veces para conseguir o perder algo (v. gr. «aprobó el curso por los pelos»; «perdió el autobús por los pelos»). Y por supuesto, en estas representaciones tiene su origen el dicho «la ocasión la pintan calva».
El poeta romano Horacio recomendó hace dos mil años atrapar el momento, no dejar escapar la ocasión, y su recomendación se convirtió en un tópico literario universal.
CARPE DIEM
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a ti y a mí, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter te conceda,
o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos escollos.
Sé prudente, filtra el vino
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.
Horacio, Odas, I, 1